Hay autores que escriben un mismo libro. Este parecía ser uno de esos casos, no obstante, después de publicar su trilogía de Lima (Lima Norte, Lima Sur y Lima Este) Anticona nos muestra su “primer intento literario de ingresar en el universo femenino”.
Seamos claros, no es la imitación lo que hace que en ciertos casos todos los libros de un autor se parezcan entre sí, suele ser un reclamo interior que el autor se siente obligado a atender una y otra vez. Sin embargo, a diferencia de sus anteriores publicaciones, esta vez el novelista opta por alejarse de los tópicos de novela negra norteamericana, tema recurrente en sus anteriores publicaciones, a veces tocados explícitamente y en otras de forma indirecta en donde se nota más bien la influencia narrativa.
En La palabra insoportable se explora lo urbano marginal en la metrópoli limeña
desde el punto de vista de Shirley, una adolescente llena de complejos (síntoma
de un mal social: el racismo), quien rechaza su piel trigueña y su barrio
periférico (Independencia, Los Olivos,San Martín, Comas y alrededores, son distritos
que han sido escenarios de las anteriores novelas de Anticona).
El libro inicia con la fiesta o “pera malograda” a la que acude Shirley en compañía de sus amigas Estrella y Yamile (Esta última es el líder, la batutera del trío de colegialas), autodenominadas “Las terribles”, en dónde la música de reggaetón y el alcohol dan paso a la iniciación sexual.
Si en algo coinciden
Shirley, Yamile y Estrella es en su deseo de conocer discotecas de los
distritos de Lima más acomodados y añejos, donde anhelan aproximarse a chicos
guapos y blancos. Pero el color de piel deseado no se menciona de manera
directa. La blancura es un don que se sobre entiende en los otros adjetivos que
les endilgan a estos chicos hipotéticos que desean alcanzar. Ellas saben que es
imposible hablar de la piel con libertad. Saben que se puede decir guapo,
educado, buenazo, pituco, pero no blanco, rubio, castaño. ¿Dónde se aprenden
estos tabúes? ¿Se maman en la leche materna?¿Se inoculan en la madre en el
chorro que contiene el espermatozoide triunfador?¿Se adoptan por imitación?¿Hay
algo en el smog limeño, algo en el agua que se bebe, en el río mismo, en el
excremento de los insectos que se posan en la fruta y verduras que comen los
habitantes de la ciudad?
La vergüenza de ser chola —vinculado a lo andino—, de tener piel trigueña, de pertenecer a un barrio periférico poblado por inmigrantes es lo que atormenta a la protagonista, quién gracias a la prosperidad de los negocios de su padre termina mudándose a un distrito acomodado, el lugar de la gente de piel blanca. Ha terminado el colegio y Shirley estudiará en la UPC en un barrio de blancos: Santiago de Surco.
La vergüenza de ser chola —vinculado a lo andino—, de tener piel trigueña, de pertenecer a un barrio periférico poblado por inmigrantes es lo que atormenta a la protagonista, quién gracias a la prosperidad de los negocios de su padre termina mudándose a un distrito acomodado, el lugar de la gente de piel blanca. Ha terminado el colegio y Shirley estudiará en la UPC en un barrio de blancos: Santiago de Surco.
La
historia es de vertiente realista y se detalla con minuciosidad el nombre de
las calles, parques, centros comerciales, discotecas, personajes de la
farándula o del folclore como en un registro documental. Son dos las hipótesis
sobre el particular las que me parecen las más convincentes:
— El autor usa este realismo detallista y escrupuloso como una estrategia narrativa para lograr verosimilitud en la historia, así el lector podrá identificarse con los lugares que se mencionan.
— El autor usa este realismo detallista y escrupuloso como una estrategia narrativa para lograr verosimilitud en la historia, así el lector podrá identificarse con los lugares que se mencionan.
— El
autor necesita asirse fuertemente de la realidad para poder ficcionar, los
lugares con nombre real son puntos de apoyo para forjar la estructura narrativa.
Sin
embargo la narración no es únicamente descriptiva o enumerativa, es acertada la
construcción de los personajes desde el punto de vista sicológico, profundiza los
hechos narrados y logra que la novela y quienes la pueblan se sientan reales.
La familia, amigas y demás personajes secundarios calzan bien en el relato, las
relaciones entre ellos amplía el panorama de los temas que le interesan novelar
al autor, así, el racismo, las complejas relaciones entre adolescentes de
distinta procedencia o la inmigración andina y el centralismo limeño en su
literatura tiende puentes con la sociología, la sicología y demás disciplinas
vinculadas al ser humano y las sociedades que conforma.
No entiende bien
por qué, pero desde que vive en Surco le incomoda estar en contacto con sus
compañeras del colegio, incluso recordarlas. Cuando observa sus fotos de
Facebook y lee sus cometarios, le irrita admitir que ha formado parte de ese
mundo que utiliza frases llenas de emoticones y juegos tipográficos, entre
mayúsculas y minúsculas, con abundancia de equis y la misma vocal repetida al
final de algunas palabras. Ese lenguaje agrede su vista cada vez más. Le
avergüenza reconocer que, durante varios años, ella también lo usó con cándida
naturalidad.
Quiere desvincularse.
Quiere marcar de una vez por todas una distancia irreversible que la blinde de
sus presencias, de sus voces. La tienta la idea de eliminarlas de su Facebook,
pero esa acción sería demasiado drástica y evidenciaría sus intenciones. Ni
siquiera quiere ver a sus amigas las terribles. Habla con ellas por Facebook
casi todas las noches, pero no soportaría sus presencias ¿por qué le cuesta
tanto admitir que todo su pasado escolar le da vergüenza? ¿Por qué no se mira
al espejo y lo dice sin tapujos?
Ahora que lo piensa, Las
terribles tampoco le han propuesto encontrase. Pareciera que todas ellas saben
que han finalizado una etapa y deben seguir rutas disímiles. Tal vez nunca hubo
motivos reales para estar juntas; solo se trató de afinidades superfluas a en
la convivencia de once años. ¿Habrá sido así?
Aunque
la novela negra ya no es un referente inmediato para el autor —al
menos en este libro no hay asesinatos, detectives, o autoridades corruptas—, no
deja de estar presente un elemento
recurrente: lo sórdido, generalmente asociado al sexo, como en el debut
amatorio de Shirley (que se planea como una transacción comercial) o el
incidente entre Emiliano, padre de Shirley, y el travesti (Emiliano, carga con
su propia vergüenza), el camino de Yamile hacia la prostitución, o los
requerimientos orgiásticos de Bruno, quien termina dándole la estocada final a
Shirley al referirse a ella como “chola”, la palabra impronunciable; acciones
que le dan a la novela una atmósfera lumpen, pero muy bien contrastada con
otras escenas de reflexión, monólogos interiores o descripciones subjetivas como
el sueño de Shirley con un caballo — para citar solo un caso.
En
cuanto a la prosa, se puede considerar elegante, ni recargada ni muy simple (ni
minimalista), algo que los lectores apreciamos cuando es funcional, es decir
que no es gratuito, ni se trata de que las palabras suenen bonitas, sino que
están al servicio de la historia, que es lo más importante.
Otro
punto interesante y que ya mencionamos al hablar de la sordidez, es el sexo, siempre
marginal o contaminado por una motivación egoísta, habitualmente un arma de
poder o de control hacia el otro, alumbrado por la fetidez siempre presente el
tema se vuelve escatológico (el olor de la axilas, el mal aliento, el olor y
sabor del semen, etc.); los personajes no juntan sus cuerpos para amarse sino
para confrontarse, humillarse o degradarse. Lo que no hace sino mostrarnos una
sociedad —la limeña— caótica, llena de conflictos irresueltos y bastante
devaluada moralmente. Esta visión no tendría que dejar de ser pesimista aun
tomando en cuenta el uso del humor, algo de lo que adolece La palabra
insoportable, un recurso desaprovechado por la mayoría de escritores “serios”.
Para
terminar, debemos evitar considerar el sufrimiento de Shirley como
circunstancial, banal, poco importante o como un simple rasgo de la
adolescencia; el estigma de Shirley es una carga muy pesada, implantada probablemente desde
su infancia, una tara de la que no pude librarse durante toda la novela, aun
cuando se vislumbre cierta redención en el encuentro con Paolo (asistente de
docencia de la UPC), quién como ella ha llevado una existencia atormentada por
el color de su piel. Por otro lado, el clímax final está muy bien planteado,
centrado en la protagonista quién se ve obligada a abortar, símbolo de lo que no
puede nacer y que tampoco termina de morir, así el suicidio parece ser la única
salida, aunque finalmente desista, desista desde las alturas de ese cerro
escindido en dos por un muro —real—
que representa brutalmente los temores, diferencias y confrontaciones entre las
distintas capas sociales que mezcladas y superpuestas conforman eso que
llamamos el Perú.
Shirley recorre los caminos polvorientos y se remonta a esa época de alegría, libre de vergüenza. Siente que los recuerdos de esa vida anterior le recalientan las entrañas, la reconfortan, le proporcionan el aliento necesario para continuar. Ella sonríe y mira hacia el cielo, que de pronto ha abandonado su palidez acostumbrada para mostrar el entusiasmo del sol. Sus rayos caen sobre la piel y la entibian, la acarician, como por encargo de un Dios piadoso que desea que prevalezca la aventura del hombre sobre la tierra.
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