domingo, 16 de agosto de 2015

Gaijin /de Augusto Higa



Ciertamente fue este año cuando conseguí el libro, no recuerdo haber leído algún otro texto del autor antes que este. Puede que escuchara hablar  del libro en algún comentario con un editor  hace algunos meses... No me decepcionó.Gaijin cuenta la historia del inmigrante japonés Sentei Nakandakari, quién, como muchos de sus compatriotas, llega a trabajar en la costa norte del país a fines de los años veinte del siglo pasado. El extranjero -traducción del título del libro- al cabo de unos años se instala en Lima, primero como vendedor ambulante en la zona del Mercado Central, y con el tiempo, al prosperar en los negocios, pone un bazar en Mesa Redonda y después  también un prostíbulo en Paruro.

“Era el sol furioso de un medio día. Entonces, bajó del camión interprovincial, caminó por el intrincado jirón Ayacucho. No tenía  curiosidad alguna, el cuerpo desapacible, los ojos inmóviles y fijos no miraban a nadie. Ni siquiera adelante, ni tampoco atrás, como si estuviera pasmado, concentrado en el cielo,flojo, sin piedad, ni consuelo (…) En todo caso, con ese andar despatarrado, inclinando los hombros, moviendo los pies, se deslizaba por la calle estrecha, como si poco, como si nada, sin observar la tropa de mercachifles, ni las chatas viviendas, ni los callejones, ni las compañías navieras, ni los abarroteros, ni los hojalateros, ni los soportales de los anuncios, ni tampoco surgía el ruido de los autos en las esquinas(…)así fue como llegó a estas calles atiborradas, al escabroso edificio del Mercado Central, y no estaba indefenso, ni sonreía, ni hablaba, solo miraba con sus ropas trajinadas, y el sombrero norteño oliendo a bosta”.

Pero más que un libro, Gaijin es un artefacto literario. Algunos lectores lo considerarán una novela corta -o un cuento largo- debido a su extensión, y a que la historia que se cuenta se circunscribe a las peripecias del  protagonista y a la casi inexistencia de personajes secundarios (un compatriota que lo ayuda empezar el negocio y después se vuelve su socio, una mujer con la que se casa y a la que no ama, su suegra que le ayuda a administrar el lenocinio), en ese sentido,  es imposible escapar a las definiciones del género ficcional: En narrativa un texto es una novela si es largo o un cuento si es breve. La historia  ni se bifurca ni se entrelaza con otras ni tiene saltos de tiempo y de lugar; el relato es concreto, con un inicio un desarrollo y un final. 

Pero, y ya que hablamos de la estructura, no podemos dejar de mencionar la prosa del autor como el elemento fundamental del libro, es la manera en cómo se cuenta, cómo se dirige al lector, como  las frases arremeten una tras de otras para crear la atmósfera necesaria, ese mundo irreal que aceptamos como verdadero, la vida de un inmigrante oriental en una ciudad que vamos intuyendo, una Lima irreal de hace cien años. Son cuchillas más que palabras las que van narrando la vida y gracia de Sentei Nakandakari, hombre parco y ambicioso, ensimismado en una actitud indolente hacia el mundo, acaso demasiado consiente de su destino, inmune a la xenofobia y al rechazo de un mundo hostil que lo repele.

“Y de un modo u otro, tenlo por seguro, no era más que un ser insignificante, sin más equipaje que la ropa que llevaba puesta, un pantalón y una camisa desvencijada, sobre unos zapatones toscos, y un sombrero norteño. No. Evidentemente no parecía querer nada, ni siquiera advertir nada, ni tenía que darse cuenta de ninguna cosa. Abstracto, duro, sin latirle el corazón, no aparentaba gesto alguno, ni le circulaba sangre en las venas, ni siquiera respiraba, con toda seguridad se abismaba en sí mismo, atento a su conciencia, con los párpados inertes, ni ningún brillo en la piel.”

El autor es acumulativo para describir, enumerativo al narrar; con un lenguaje original, sutil y personal -que algunos considerarán redundante y sobrecargado-. Armado de este lenguaje crea la atmósfera que necesita el protagonista, un ser mítico envuelto en un aura de lejanía, tanto física como emocional, un hombre más allá del bien y del mal. Sin embargo las vicisitudes de Sentei Nakandakari son de este mundo, el material, no es el lado espiritual, el del oriente místico el que se desarrolla aquí, solo se insinúa, casi por negación.

Si bien en general la prosa del autor de este artefacto literario juega a favor del libro, hay que ser conscientes de que la búsqueda estética de la escritura es factible en textos cortos, como Gaijin, y es muy difícil de mantener; el autor afirma escribir a mano acompañado de muchos diccionarios de sinónimos y antónimos, 
en todos caso, esta propuesta corre el riego de usar el lenguaje para esconderse, para no decir mucho, para no contar nada… no es este el caso, al parecer. Lo dirán al final, y como siempre, los lectores.


“Mientras tanto, con el transcurrir de las semanas y los meses la situación se fue definiendo. El gobierno confiscó las propiedades de los ciudadanos japoneses, encarcelaron dirigentes y personas con alguna fortuna. Cerraron  los colegios nipones, cancelaron todas las licencias comerciales, no podía funcionar ninguna empresa, ninguna fonda, ningún bazar, ninguna vidriería. Hubo receso, muchos paisanos se escondieron por algún tiempo, sobreviviendo a duras penas, con sus hijos a cuestas, realizando negocios clandestinos, empleando toda clase de artilugios para sobrevivir. (…) cuando empezaron las deportaciones, Sentei Nakandakari se encontraba en su reclusión, oculto y abrumado, consumiendo infamantes vueltas en su habitación, afrontando enardecido su propia derrota y humillación. (…) Le dolía tener que someterse y no menos desconsolada era su vergüenza, pues lleno de locura se negaba a probar alimentos durante muchos días. Tenía sueños incendiarios. Moría una y mil veces. Sin ninguna apetencia. Hablaba del conflicto armado, y gritaba que Japón saldría victorioso de la guerra, y se vengaría de sus enemigos. En todo caso, Sentei Nakandakari quiso mantenerse incólume y no claudicar, y permaneció firme y encerrado por su propia voluntad durante 1,320 días hasta el momento en que Japón declaró su rendición incondicional. Para aquel entonces, ya era un hombre consumado por el tiempo, su lucha y su resignación habían concluido. Ni siquiera miraba el cielo, se reducía a una figura estrambótica, curioso en su sacón y su mirada atildada. No conversaba con nadie, como si hubiera perdido la razón, se movilizaba huraño, despreciaba a todos, y su única ocupación era permanecer sentado durante horas en una banca del parque Italia. Murió poco después en solemne abandono, tal como había llegado a este mundo, bajo el sol furioso de un mediodía.”


miércoles, 12 de agosto de 2015

Comentamos libros peruanos.

Cómo y por qué. y por qué no.
Bueno, heme aquí, con una docena de libros bajo el brazo, huyo cargándolos dentro de un maletín de oficinista, como si fueran documentos de vida o muerte; no lo son ni nadie me persigue (debió haber sido un mal sueño).  Hubo una época  en  la que leía  en todas partes, por puro placer, en buses y estaciones, en viajes reales e imaginarios, en el avión, en las colas, mientras comía, en parques y malecones...  esos tiempos ya se han ido, es necesario leer pero también hacer otras cosas, también con esa misma intensidad. Cosas como escribir, pensar, amar, beber, y para bien y para mal, trabajar. Los libros en realidad yacen en el cuarto de al lado, donde alguna vez pensé construir  una gran biblioteca, junto a los demás, que no serán más de cien.  Ni modo, las mudanzas son así, es preferible moverse sin mucho equipaje.

A raíz de la publicación de mi cuarto libro, la novela "El Enemigo", sentí curiosidad por dar un vistazo panorámico a la narrativa peruana actual, la que siempre traté de evitar. Hablo de los años 2014 y 2015 principalmente, es decir, lo que se está haciendo (publicando) ahora ahorita.... Con un corte de navaja abrí esa bulliciosa caja de pandora en la que, sorpendido, encontré cosas valiosas, lecturas entretenidas, algunos otros libros cumplidores y los olvidables. Está bien, no tengo la perspectiva que da el tiempo... juego a ser crítico pero no intercambio favores ni reseñas, no intento hacer el canon de la literatura peruana, leo básicamente por placer, y también, debo admitirlo, para analizar los procesos creativos de otros escritores... Todos estos libros fueron adquiridos,  los leí en físico y son de narrativa, la mayoría novelas y algun libro de cuentos. La poesía como  se sabe , tiene su propio lugar.

Aquí me tendrán entonces por un breve tiempo comentando libros peruanos, sin ningún orden en partícula -no intento hacer un ranking- y si en algo ayuda a un lector desprevenido, alguie n oyó del libro y quiere saber algo más sobre él, alguien leyó el libro y desea intercambiar comentarios, bienvenidos.



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